Los gobiernos de América Latina deben abordar una creciente crisis de empleo para los trabajadores jóvenes que pone en riesgo aún más la frágil estabilidad de la región. El último reporte de la Organización Internacional del Trabajo que se publicó esta semana presenta estadísticas donde aproximadamente 26 millones de personas en América Latina perdieron su trabajo el año pasado, según este informe la recuperación post pandemia este año se concentra en gran medida en trabajos informales en efectivo que corren el riesgo de ampliar la desigualdad de ingresos en el futuro. Los trabajadores jóvenes, especialmente las mujeres, han soportado la mayor parte de la pérdida de empleo, horas y salarios.
El impacto desproporcionado de la pandemia en la juventud es una bomba de tiempo que podría afectar la estabilidad social y política en América Latina y el Caribe. La calidad del trabajo es muy preocupante, no ha mejorado.
La región carece hoy de políticas reales que ayuden a allanar el camino para que los trabajadores en riesgo, jóvenes en su mayoría, obtengan un trabajo bien remunerado y cuenten con beneficios como la seguridad social. En medio de una incipiente recuperación, alrededor del 70% de los nuevos puestos creados en los países más grandes de la región han sido informales. Eso se traduce en recortes salariales mucho mayores. En Colombia, por ejemplo, los ingresos de los trabajadores informales cayeron un 24% el año pasado, mientras que los empleados asalariados solo sufrieron un recorte salarial del 9%.